Playas de El Tarragonés

10 Ago 2014 Jennifer García Sin Comentarios

Desde Tarragona se llega a Altafuña directamente por la N-340.

En otros remotos tiempos, los romanos descubrieron en estas tierras otro Meditarráneo, diferente al que estaban acostumbrados, hecho de playas únicas por su finísima arena dorada, una línea del horizonte inabarcable y difícil de hallar en otro lugar, y aguas limpias en las que cada una de las suaves olas es una invitación al baño. Esa es la sensación que se tiene hoy en estas acogedoras playas, en las que la arena es como era y donde al atardecer resulta difícil escuchar el romper de las olas.

Fuente: calafellvalo

Fuente: calafellvalo

A un paso de Tarragona, a unos 11 kilómetros por la carretera N-3340, el eje que vertebra la brillante y esplendorosa línea de costa que pronto se convierte en la Costa Daurada (Costa Dorada), se encuentran dos joyas de la comarca, Tamarit y Altafulla. Durante años, hasta que a finales de los años cuarenta un cierto turismo de calidad empezó a descubrir las bondades de la comarca catalana de El Tarragonés, estas localidades eran lugares por descubrir, una especie de lujo para unos pocos.

En Altafulla también todo sigue igual, desde las casas nobles que recuerdan que esta zona fue próspera en el comercio agrícola de ultramar hasta los monumentos más característicos de la villa: el castillo, en la parte más alta de la ciudad, de origen medieval y sometido a reconstrucciones en el siglo XVIII, y la iglesia de Sant Martí, frente a la fortaleza, donde se conserva un interesante retablo. Les Botigues del Mar (Las Tiendas del Mar), con su bella casa de l´Arc, es el nombre que recibe el barrio marítimo, frente a una playa en la que todavía es posible, en algunas de las calas, gozar de una privacidad cada vez más inasequible en el Mediterráneo. Es en los aledaños de Altafulla donde se encuentra, asimismo, la villa de Els Munts, uno más de los incontables vestigios romanos que se suceden por la comarca.

Altafulla y Tamarit son sólo el principio de una fascinante secuencia de pueblos capaces de mirar al interior y también a la costa. Por ejemplo, Torredembarra, a cuyo término municipal pertenece el bello barrio de La Marina. Y también Roda de Barà, en cuyos aledaños se alza el Roc de Sant Gaietà, núcleo de población encaramado sobre una roca en el que hace unas cuatro décadas se reconstruyó un típico pueblo español marinero, con distintos estilos arquitectónicos que compaginan, con certeza y buen gusto, los toques medievales con elementos de inspiración arábiga e incluso romana.

A ambos lados del Roc, desde donde cada mañana se repite el milagro de la salida del Sol, en los que quizá son los amaneceres más estremecedores de Cataluña, sendas playas, pequeñas y suficientes, invitan a la vacación, a perder la mirada en la lucha de azules que entablan día a día el mar y el cielo.

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Publicado en Rutas y Escapadas

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