Castillo de Enrique II de Trastámara

Castillo de Enrique II de Trastámara

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Conocida por doquier es la estampa del castillo de Ciudad Rodrigo, desde la ribera del Águeda, con su torre del homenaje reflejada en las casi siempre tranquilas aguas del río. Aguas arriba o aguas abajo, al abrigo de los tajamares o los espolones del viejo puente, entre los hilillos plateados de la pesquera de La Concha, en compañía de los álamos y chopos de La Moretona u otras muy diversas perspectivas, ofrece imágenes, como decimos, características y reconocibles en diferentes ámbitos.
La imagen de la fortificación de Ciudad Rodrigo por el mediodía nos presenta su cara más antigua. El castillo refuerza el aspecto medieval de la fortificación por este lado protegido por la propia naturaleza con su importante escarpa natural y el amplio foso del Águeda, capaces de disuadir a cualquiera de escalar por la fuerza los muros del recinto y ni tan siquiera ofender seriamente a la plaza fuerte, pudiendo en cambio señorearse por su privilegiada posición frente a cualesquiera que pretendan venir por este lado.
Esta ventaja fue sin duda la que llevó a Enrique II de Trastámara a construir el castillo en tan dominante posición. Lope Arias o Gonzalo Arias Genízaro aparecen indistintamente como los autores, quienes levantaron sus muros hace ya más de 600 años (en 1372).
Tampoco ha cambiado durante siglos su función. No ha sido un castillo señorial, feudo de tal o cual linaje, ni encomienda de órdenes militares, legado eclesiástico, ni civil, sino Álcazar, residencia real, lugar de realengo, jurisdicción y símbolo de la Corona. Desde sus almenas el alcaide ha preservado la fortaleza frente al enemigo extranjero y frente a los desafíos y luchas por el poder de la nobleza y a las insurrecciones y revueltas del pueblo. No faltan referencias en la historia mirobrigense a hechos de esa índole.

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