Qué ver en Cotobade

Carballedo es la capital de uno de los pocos ayuntamientos que no tienen en su territorio ningún lugar que lleve su nombre. Las mámoas, castros e inscripciones que se reparten por toda la comarca demuestran que Cotobade fue habitada desde antiguo.
Calzadas y puentes testimonian la romanización que sufrió, mientras que torres y castillos -como los de Coto de Torre o el de Castro de Famelga- hablan del empuje de los señoríos en la época medieval en una tierra que tuvo su propia jurisdicción con la figura del duque de Sotomayor como juez ordinario y que, en 1180, fue cedida por Fernando II a la iglesia de Santiago en pago a las injurias recibidas por unos peregrinos tras su paso por la comarca.
Dos son las cosas que identifican a Cotobade sobre cualquier otro municipio gallego: haber sido en tiempos cuna de los canteros de más fama de Galicia y conservar una población de robles milenarios, entre los que destacan los que forman el insigne robledal de San Xusto.
Más que para fuera, los vecinos trabajan para mantener sus casas en una economía casi de subsistencia en la que la agricultura y la ganadería -a la que Cotobade aportó una raza de vacas del país muy fina y de gran rendimiento- son sus puntales. Maíz, centeno, patatas, trigo, árboles frutales, vino y alimentos de la huerta son los productos que comercializan sus habitantes. La industria es escasa y está representada por talleres de artesanía, una central eléctrica en San Xurxo de Sacos y una piscifactoría en Carballedo.