Me encanta este sitio. Un lugar apacible y en plena naturaleza a sólo dos horas y media de Madrid, donde puedes dar de comer a los ciervos o simplemente tumbarte a observar el vuelo de los cuervos y visitar sus nidos. La casa es fantástica, está decorada con mucho mimo y con unas vistas preciosas. Lo mejor, las sobremesas por la noche junto a la chimenea después de disfrutar de una riquísima cena y las puestas de sol.