Espectaculares las casas, la amabilidad y el trato de Javier y Belén, la paz del entorno,... Todo es igual de bonito que en las fotos, no se puede decir más. Fuimos con nuestra niña de dos años y nunca olvidaré sus caras de felicidad al dar de comer a las gallinas y conejos, acariciar al gato Peluche o tocar los limones que colgaban de los árboles. Volveremos seguro, por ella y por nosotros.