Hemos pasado un fin de semana estupendo en las casas rurales de El Pilar. Un par de amigos, sus dos hijos, mi mujer y yo decidimos conocer esta zona del norte de Cáceres y nuestra experiencia no puede ser más positiva. Habíamos decidido recorrer todos los pueblecitos de alrededor pero se está tan bien en la finca que al final pasamos casi todo el tiempo allí, disfrutando de la tranquilidad y la belleza del entorno.
Lo mejor son los desayunos en el porche cada día, respirando el aire puro de la montaña, oyendo el sonido del agua que atraviesa la finca, y disfrutando el exquisito olor a azahar de los naranjos. Los niños jugaron tanto y se lo pasaron tan bien que no querían volver.
Los dueños son encantadores y lo tienen todo limpísimo. Hacen todo lo posible para hacerte la estancia agradable y confortable, están siempre atentos y al mismo tiempo respetan tu independencia y tu intimidad. El sábado por la tarde nos obsequiaron con una estupenda barbacoa que nos supo a gloria.
Las casas son preciosas, muy auténticas y con mucho encanto y no les falta de nada. Y la finca es una gozada, muy amplia y segura para los niños y con una alberca que en verano debe ser una pasada.
Al final no cogimos ni el coche porque hay un sendero precioso que te lleva al pueblo sin tener que pisar la carretera.
El pueblo es pequeño y tranquilo con gente muy acogedora y con unas casas antiguas de piedra estupendas. Volveremos.
Gracias Rosa y Javier.
Lo mejor son los desayunos en el porche cada día, respirando el aire puro de la montaña, oyendo el sonido del agua que atraviesa la finca, y disfrutando el exquisito olor a azahar de los naranjos. Los niños jugaron tanto y se lo pasaron tan bien que no querían volver.
Los dueños son encantadores y lo tienen todo limpísimo. Hacen todo lo posible para hacerte la estancia agradable y confortable, están siempre atentos y al mismo tiempo respetan tu independencia y tu intimidad. El sábado por la tarde nos obsequiaron con una estupenda barbacoa que nos supo a gloria.
Las casas son preciosas, muy auténticas y con mucho encanto y no les falta de nada. Y la finca es una gozada, muy amplia y segura para los niños y con una alberca que en verano debe ser una pasada.
Al final no cogimos ni el coche porque hay un sendero precioso que te lleva al pueblo sin tener que pisar la carretera.
El pueblo es pequeño y tranquilo con gente muy acogedora y con unas casas antiguas de piedra estupendas. Volveremos.
Gracias Rosa y Javier.