Su historia está unida de forma indisoluble a la de Luna tras su conquista por los aragoneses. Constituía parte de la heredad de la familia Luna ya en el s. XIII: Erla aparece citada frecuentemente en los testamentos de este linaje, hasta que en 1430, a consecuencia de la traición de don Fadrique, el rey Alfonso V ordena su incautación. Un año después vendía Erla a Juan López de Urrea. Junto con otros bienes de los Luna pasó finalmente a manos de los duques de Villahermosa.
Erla fue como Luna villa enfranquecida por la monarquía: en 1383 el rey Pedro IV concedió privilegios a sus habitantes, que serán confirmados en 1430.