Es una casa tan, tan bien decorada con unas vistas tan extraordinarias que merece la pena ir. Además Anna, la dueña de la casa, es un encanto y una buenisima cocinera. Nosotros viajabamos con un bebe de 15 meses y hacía tiempo que no nos podíamos dar el lujo de una cenita a la luz de unas velas. Pues aqui pudimos. Mientras Anna nos preparaba la cena digna de cualquier restaurante de primera, nosotros dormiamos al pequeño y luego cenita en toda regla. Como las disfrutamos. Os la recomendamos sin ninguna duda.