Qué ver en Cerezo De Arriba
Cerezo de Arriba es un pequeño pueblo situado en la falda septentrional del macizo de Ayllón. Lo rodean 49 Km2 de un entorno natural excepcional en el que encontramos vegetación de alta montaña que tapiza las cumbres hasta los 2273 m de altitud del Pico del Lobo, extensos pinares de repoblación como el del Raso, dehesas en las que habitan rebollos, quejigos y fresnos, así como la vegetación de ribera que bordea el río Cerezuelo.
Se encuentra ubicado entre dos valles, los que forman el río
Serrano y el Cerezuelo, ambos ríos recorren parajes de gran belleza, siendo posible recorrerlos, tanto a pie, en bicicleta de montaña o a caballo.
El encanto de este pueblo radica en la tranquilidad y en el contacto directo con la naturaleza, destacando el trato amable de las gentes del lugar.
La población de Cerezo de Arriba la forman herederos de aquellas tribus celtíberas cuyas estructuras sociales y económicas formaron lo que posteriormente se han llamado Comunidades de Villa y Tierra, las aportaciones de los beréberes durante la invasión musulmana y la posterior repoblación de gentes procedentes de las tierras burgalesas de Cerezo de Río Tirón completan el perfil de los 200 habitantes que todavía resisten a la emigración.
Perteneciente al alfoz de Sepúlveda, el primer documento que hace referencia a Cerezo de Suso, nombre original del lugar, es la confirmación por Alfonso VIII en el año 1192 de unas heredades qué aquí tenía el monasterio de Santo Tome del Puerto. Es en esta época cuando se construye la iglesia de San Juan Bautista, patrón de Cerezo de Arriba. Cerezuelo, pueblo del que se tiene constancia gracias a la ermita del Cerezuelo (Siglo XVII), se une a Cerezo de Suso en un solo concejo siendo Doña Leonor de Navarra , señora de Sepúlveda en 1393.
Es en 1520 cuando se redactan unas ordenanzas para regular la base de la economía cerezana: la ganadería. En 1564 se exime de la jurisdicción de Sepúlveda por una real cédula de Felipe II que le hace villa.
Por último destacar la batalla que aquí en 1813 libró el Empecinado junto al cura Merino en el que una columna de 2000 franceses que intentaban envolverle fue obligada por Juan Martín a retroceder rebasando este el puerto de Somosierra con toda libertad.
