El accidentado relieve salvaguardó a toda la comarca de muchos avatares históricos, aún así, el viajero que se acerque a estas tierras encontrará testimonios prehistóricos como son los castros de Vilar y Megoxe y las presuntas cuevas rupestres do Oso en Moreda.
De época romana se conservan abundantes asentamientos relacionados con la extracción aurífera, además de los hallazgos de Torre Cabreira y Monte Cido. La riqueza minera de esta zona fue explotada por los romanos, ayudándose de sofisticadas obras de ingeniería (ruina montium). Estas minas a cielo abierto, excavadas en la montaña, necesitaban del agua de estos cauces fluviales para el proceso de arranque, arrastre y lavado del material, por lo que son numerosos los canales excavados en el monte para facilitar su transporte hasta la explotación. Entre las minas más importantes se encuentran las de Torubio Oeste, en la parroquia de Esperante, y la Mina da Toca, en la de Seoane.
De época medieval subsisten templos, caseríos y ruinas de fortalezas como la de Carbedo en Esperante.
Sin embargo, el hecho histórico más reseñable del municipio se centra en el refugio que los monjes de Samos, en pago a los muchos favores recibidos por D. Fruela, prestaron al hijo de éste, Alfonso El Casto, para protegerlo de las iras de su tío D. Aurelio, que ocupaba el trono. Buscando los monjes el mejor modo de protegerle, eligieron el lugar de Sobredo en la parroquia de Santa María de Folgoso. El futuro rey (desde finales del siglo VIII hasta principios del IX) recibió sus primeros estudios en la iglesia monasterial de Visonia, la actual Visuña.