Qué ver en Abia De La Obispalia

Los primeros asentamientos en la zona se remontan a la edad de bronce.Normalmente eran poblados al aire libre o en cuevas, de los que aún se conservan con el paso de los tiempos muchos vestigios y restos, algunos de ellos encontrados por los vecinos del pueblo mientras realizaban su labor en el campo.Entre las piezas encontradas cabe destacar varias piezas metálicas encontradas cerca de las zonas en las que se pueden observar enterramientos, y el importante Tesoro de Abia de la Obispalía, una importante muestra de joyeria atlántica, consistente de varios brazaletes y anillos entre otras piezas, que hoy en dia se conservan en el Museo Británico.
Otros hallazgos que podemos ubicar en etapas posteriores nos indican que durante la Edad Media, el pueblo fue cabeza de un feudo de la Mitra de Cuenca..
Entre los citados hallazgos destacan muchos restos ibéricos, como fusayolas, fíbulas, restos de cerámica, sepulcros,...

Algunas referencias indican que el pueblo tuvo cierta importancia en las luchas entre romanos y cartagineses, y que existió un castillo de origen romano, agrandado en la Edad Media, que hoy ha desaparecido totalmente. Estaba situado en el cerro escarpado que domina la pequeña población y al que se sigue llamando "El Castillo". Estas tierras estuvieron ocupadas por los musulmanes hasta 1183, año en el que fueron reconquistadas por las tropas cristianas del rey Alfonso VIII, para donarlas poco tiempo después a la Catedral de Cuenca y a su obispo, al que trataba de implicar en su politica de repoblación del territorio.De este modo la aldea de Avia, antes llamada Sarzola, pasaba a formar parte de los feudos de la Obispalía. A lo que se debe su nombre posterior que se conserva hasta nuestros dias: Abia de la Obispalía.

Hacia los últimos años del siglo XII se construye la Iglesia sobre el cerro, una de las de mayor tamaño dentro del estilo románico en la región, ya que se creía que era importante que las gentes tuviesen un templo para favorecer su cristianización y contribuir de un modo más eficiente al esplendor del culto divino en un pueblo que estaba bajo su pastoral vigilancia y que por concesión real pertenecía al Obispado. Como sucedió con otros pueblos de la provincia, la población se fue trasladando progresivamente al otro lado de la colina por cuestiones sanitarias y de accesibilidad. En el año 1578 la villa pasa a la jurisdicción real, por las facultades concedidas al monarca por el Papa Gregorio XIII para vender y sustraer propiedades de la Iglesia con el fin de cubrir los gastos de las guerras de religión contra los sarracenos que el rey católico libraba.

La gracia de villazgo llevó consigo algunos privilegios pero también unas cargas bastante considerables, como una importante aportación económica para los salarios de la época.
En el Ayuntamiento figura un documento bien conservado del rey Felipe II por el que se declara la villa independiente.