Qué ver en El Gordo

El terreno es sinuoso con ondulaciones, donde sobresalen los cerros del Pendón, el Calvario y los Lavaderos. Cruzan el término el río Tajo y los arroyos Guancil y Naciados.
El clima es de tipo mediterráneo subtropical. La temperatura media anual es de 16,3º. Los inviernos suelen ser suaves, con una temperatura media de 8,1º, alcanzando las mínimas absolutas valores de -3,9º. El verano es seco y caluroso, con una temperatura media estacional de 25,2º y una media de las máximas absolutas que alcanzan los 39,1º. La precipitación media anual es de 566,3 mm. siendo la estación más lluviosa el invierno y la más seca el verano.
La formación vegetal natural es del tipo durilignosa con un bosque esclerófilo mediterráneo representado por la encina y el alcornoque, junto a otras especies que componen el matorral.


La tasa de actividad es de las más bajas de Extremadura (24,29 por 100). En la distribución por sectores se aprecia un predominio del primario, que acoge al 55 por 100 de la población activa, seguido de lejos por la construcción (25), servicios (17) e industria (3).
La superficie labrada representa sólo el 15,4 por 100 del término municipal. Entre los cultivos destacan el olivar (111 Ha.) y los herbáceos (85). El 85 por 100 de la superficie es explotada directamente por los propietarios. El resto del territorio tiene una dedicación ganadera al estar conformado por pastizales. Entre las 262 unidades ganaderas, destaca el ovino (180) y el bovino (38). (J.M.A.)


Esta localidad cacereña perteneció hasta entrado el siglo XIX a la entonces provincia de Ávila. Con el inicio, a partir de 1822, del proceso de división provincial se incluyó en Extremadura, consolidándose de manera definitiva esta integración en 1833. Bajo el régimen señorial formaba parte, junto a la hoy también localidad cacereña de Berrocalejo y el despoblado de Puebla de Naciados, y otros núcleos integrados ahora en Toledo, del estado de Miranda del Castañar, que pertenecía al Conde de ese mismo título, acumulado, al llegar al siglo XIX, a la Casa Condal de Montijo. El señor del lugar era dueño de la jurisdicción, de ciertos derechos fiscales (alcabalas, tercias decimales, etc.) y de algunas grandes propiedades rústicas, sobre las que los vecinos poseían determinados derechos. Los agostaderos en sentido amplio (yerbas de primavera y pastos de verano desde el 15 de abril al 29 de septiembre), la bellota caída al suelo (granillo) y las leñas de la mitad de la gran dehesa de Guadalperal (2.185 Has.) eran de aprovechamiento gratuito de los concejos de El Gordo y Berrocalejo.
La disolución del régimen señorial eliminó algunos aspectos del pasado, pero en el ámbito agrario dejó la situación en plena ambigüedad. El juicio instructivo seguido en 1838 en el juzgado de Navalmoral consolidó la plena propiedad del Conde sobre parte de los aprovechamientos de la finca, pero respetó el baldiaje y los otros derechos tradicionales. Esta situación de condominio, siempre enojosa para ambas partes y especialmente para el mayor interesado, no llegó a su fin hasta 1893, cuando el entoces Duque de Alba y Conde de Montijo y de Miranda del Castañar, por medio de la vía litigiosa, logró recuperar la propiedad plena de la finca, al remidir la carga del aprovechamiento parcial que poseían los vecinos. La dehesa Guadalperal se convirtió a partir de ese momento en una de las grandes y mejores fincas de la provincia de Cáceres y vio intensificada su importancia por la agregación de otros predios colindantes adquiridos por la Casa Condal a lo largo de los siglos XIX y XX. (F.S.M.)