Monasterio de Santo Domingo de Silos

Monasterio de Santo Domingo de Silos

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El Monasterio de Santo Domingo de Silos es uno de los más bellísimos ejemplos de románico español. Se sitúa en 60 km al sudeste de Burgos, en la zona de colina castellana, la tierra de Salas de los Infantes. Originalmente fue una vieja abadía de los visigodos. Se cree que fue fundado en la época visigoda en el siglo VII. Como quiera, la fecha más antigua que el archivo de Silos está documentado es 954. En este año, Fernán González restauró el monasterio y luego en 1041, fue restaurado por Domingo, un monje riojano que anteriormente había gobernado el Monasterio de San Millán de la Cogolla
El monasterio desdeñó un papel sumamente importante en la cultura. Fue el centro de influencia decisiva en cuanto a la literatura medieval, especialmente por la producción de los libros. Gonzalo de Berceo, uno de los poetas más antiguo y principal de España, escribió sus obras prolíficas durante su vida en el monasterio.


El monasterio consiste en tres naves y cúpula sobre el crucero. Su claustro es de dos pisos de 64 columnas en dos partes. La simetría y la regularidad de las columnas que forman las filas en el claustro refleja el espíritu benedictino que son la simplicidad y la rectitud. Una de las más hermosas esculturas se encuentran en los paneles en bajorrelieve que adornan por parejas la esquina interior de dada dos crujías. Las figuras de los paneles narran las partes de Biblia, como la incredulidad de Santo Tomás, los discípulos de Emaús, o la Deposición de la Cruz. Sus figuras no son realistas más bien primitivas en cuanto a la técnica, pero hay cierta armonía de las figuras uniformes y rítmicas. La repetición de las figuras y el énfasis en las líneas principales crea el movimiento en la manera muy diferente que la de los siglos posteriores. Los capiteles tienen una parte superior en paralidepípedo común a las dos columnas. En ella se encuentran las figuras extrañas de animales, aves, vegetales enlazados, como los ciervos prendidos en las ramas de árbol. Su trabajo minucioso, sutil, con sentido ornamental, hace recordar inmediatamente la eboraria califal y, en efecto, estas figuras son las evidencias de que aquí también hubo la mezcla de lo cristiano y los musulmanes.

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