Antromero

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Foto: Gorfolí

San Pedro de Antromero esta ubicado geográficamente dentro de los limites de la parroquia de San Martín de Bocines, a unos 1,5 Kilómetros de Luanco, extendiéndose hasta el vecino concejo de Carreño u localizándose en sus costas algunas de las playas más concurridas del concejo, como Gargantera, San Pedro o el Bigaral, también conocida como los Cristales. Territorialmente esta delimitado por los pequeños arroyos de La Granda (Pielgo) y La Gallega como nos recuerda la propia etimología del topónimo Antromero, Inter=entre y merus=arroyo o río. Las primeras referencias documentales escritas aparecen en el famoso testamento del rey asturiano Alfonso III "El Magno", del año 905. En él se hace donación a la Iglesia asturiana de numerosas iglesias, lugares y villas, entre las que se menciona la iglesia de Santa María de Antromero. En el año 1312 el obispo de Oviedo Fernando, dona al abad del convento de San Vicente de Oviedo numerosas posesiones en el territorio de Gozón, reservándose para sí los derechos sobre el puerto de "Entromerio, con sus talayas, entradas y salidas". Con esta donación se inicia el dominio del territorio por los conventos ovetenses de Santa María de La Vega y San Vicente que habrá de prolongarse durante más de quinientos años, hasta la desamortización y venta de los bienes de la Iglesia a mediados del siglo XIX.

Además de la agricultura, la mar ha sido uno de los elementos indispensables en la economía del lugar y origen de frecuentes inquietudes y preocupaciones. Los últimos reyes de la distania asturiana fueron conscientes de los peligros que por el mar podían arribar a las costas de su pequeño reino y cuando en el año 844 los temidos normandos llegan a las costas del centro de Asturias, este hipotético peligro se hizo real, iniciándose la construcción de numerosos puntos de vigilancia que tendrían como centro el castillos de Gauzón. La proximidad de Antromero a Gijón --donde se produce este primer desembarco normando-- pudo haber sido la causa por la que se instala uno de estos puntos de vigilancia sobre un promontorio cercano a este territorio, conocido como la "Casa de los Moros", dominando una amplia franja del litoral, que se mantendrá como tal puesto de vigía durante muchos años pues la presencia de piratas corsarios y flotas enemigas son constantes en la historia del concejo hasta el siglo XVIII. Aún careciendo de puerto propiamente dicho, la explotación de los recursos que la mar ofrece ha sido desde antiguo uno de los activos más importantes de la economía del lugar, como quedo documentado por los asentamientos prehistóricos, o en la donación del obispo Fernando de 1312, cuando únicamente se reserva para sí los derechos sobre le puerto; y que nuevos documentos vienen a confirmar cuando en 1331 el abad de San Vicente arrienda las propiedades de su convento en Antromero, haciendo especial hincapié en los beneficios que ser reserva sobre las ballenas cobradas en su puerto, pruebas todas ellas de la importancia económica que el sector tenía. Como sucede en Luanco, la ballena ha sido el atractivo para que a estas costas llegaran muchas gentes de procedencia foránea, alentadas por el atractivo de los beneficios económicos que la caza del cetáceo reportaba, y que terminarían por asentarse en este territorio. Es el caso del apellido Artime que algunos investigadores hacen llegar desde Irlanda y que se documenta en estas tierras desde el siglo XI, siendo uno de los rasgos mas característicos de la identidad de sus gentes y una de sus aportaciones mas notable extendida por todo el concejo gozoniego y otros de los alrededores.

Cuando en los siglos XVI y XVII la ballena desaparezca de nuestras aguas, será sustituida por otras especies como la sardina o el besugo, sobre la que se cimentará una activa industria de salazones y escabeches que darán lugar al nacimiento y desarrollo en la centuria siguiente de varias compañías marítimas que tendrán en las conservas la base de sus intercambios comerciales como las de Fernández de la Barca, Suárez Pola y González-Pola. Así los pescadores de Antromero levantan en el siglo XVII una capilla en honor de su patrono San Pedro que desde tiempo inmemoriales ha ejercido su decidida protección sobre los marineros del lugar. Capilla que fue derribada hacia el año 1969 perdiéndose irremisiblemente el único edificio de carácter emblemático de la aldea. Estos años de gran prosperidad económica van a coincidir cronológicamente con la independencia de nuestro municipio del de Avilés, señalándose los limites también con el de Carreño a partir de la extensión de las aguas saladas en las mareas equinocciales. A finales del siglo XVII la corporación gozoniega iniciara una serie de obras publicas, como los arreglos en el camino de la costa, que tendrá especial repercusión en el territorio de San Pedro. Este camino partía de Luanco y comunicaba la capital del concejo con Carreño y había sido también uno de los múltiples ramales de la ruta costera para llegar a Avilés, el puerto mas importante de la edad media en Asturias, para continuar viaje por mar. Con la invasión de las tropas napoleónicas en 1809 y 1811 se trunca esta época de prosperidad, iniciándose un periodo de grave crisis económica y demográfica en todo el municipio de la que no se recuperara hasta finales del siglo XIX. Aún conservando el carácter eminentemente rural y pesquero tradicional, San Pedro de Antromero ha ido diversificando su economía en los últimos años, desarrollando en torno a sus playas y monumentos geológicos una prospera infraestructura hostelera que ha modificado parcialmente el horizonte vital de estas tierras y sus gentes.

La carencia de patrimonio artístico en Antromero, esta ampliamente compensada por una serie de monumentos geológicos en las playas de Gargantera y San Pedro, que han hecho del lugar cita obligada en numerosos trabajos sobre los afloramientos de nuestro litoral. La importancia de estos, y otros monumentos geológicos de Gozón, queda plenamente confirmada por la presencia desde el siglo XVIII de varios geólogos de fama mundial, como Pailette en 1845, Verneuilt a mediados del siglo XIX o Llopis en los años sesenta, hasta los mas recientes de Virgill, Julivert o Truyols, amen de la figura de Guillermo Schulz que en los años treinta del siglo XIX realiza un pormenorizado estudio y descripción de las características del lugar que pasaron a formar parte de su libro "Viajes por Asturias". La ignorancia, coleccionismo desmedido, afán de lucro y la falta de escrúpulos de muchos de los visitantes y estudiosos de estas playas, unido a la carencia de criterios claros que permitan tomar las oportunas medidas de vigilancia y control, están provocando en los últimos años deterioros irreversibles en unos de los monumentos geológicos mas importantes, conocidos y estudiados en todo el norte peninsular, sin que hasta el momento se haya tomado ninguna medida al respecto.

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