Un sitio encantador, con unas vistas alucinantes y una atención inmejorable. Jordi, el dueño, es una persona adorable e increiblemente atento. No paraba de traernos detallitos como copas de cava, buñuelitos, pastas.. Algo que no te ofrecerán jamás hoteles grandes. El desayuno RIQUÍSIMO, y la cena degustación para perder el conocimiento, todo hecho artesanalmente con productos de calidad y cultivados en casa.. Y el pueblo tiene un encanto alucinante.. SIN DUDA REPETIRÉ TODAS LAS VECES QUE PUEDA!!!