La casa es muy acogedora, con muchas comodidades. La zona, a pesar de lo desconocida que es, tiene gran encanto, tanto para visitar pueblos (el museo minero es una maravilla) como para pasear por el campo o simplemente por los alrededores del pueblo. Y los anfitriones son lo mejor, unos desayunos y unas cenas de morirse y una amabilidad y atención inmejorables. Hemos ido con niños dos veces y seguramente volveremos. Absolutamente recomendable.