El pueblo muy tranquilo, el alojamiento perfecto, no le falta detalle para que te sientas cómodo, los desayunos caseros, y hechos en el momento. Pero lo mejor, sus propietarios, Mari es un encanto amable y dulce como sus bizcochos caseros, y Toño con sus anécdotas y toda la información que tan amablemente te da de la zona, nos puso un video mientras cenábamos allí, y aunque era tarde, nos saco los planos y propuso varias rutas por la provincia, para que aprovecháramos los dos días que teníamos. Le pongo 5 estrellas por que no hay más, pero para mi es una matrícula de honor, sin duda.