Nos ha encantado el sitio: la casa y sus vistas espectaculares (se divisa todo el cielo: ¡qué puestas de sol y qué noches estrelladas!), la paz que se respira, los hermosos alrededores, la amabilidad y disposición atentísima de Ricardo. TODO. Un lugar precioso, no para desconectar, sino al revés, para conectarse con la naturaleza y con uno mismo. Para volver.