El pueblo de Espinareu es precioso, en plena montaña, y a su vez cerca del mar. Casa Carreño donde nos alojamos, toda de madera y piedra, nos encantó. Despertarse con el canto de los gallos y el sonido del agua del río que pasa junto a la casa es un placer difícil de describir para los que vivimos en la ciudad. Los anfitriones, tanto Carmen como su marido, encantadores y muy atentos. Sitio totalmente recomendable y para repetir. Gracias.