El techo de la Península Ibérica

14 Sep 2014 Jennifer García Sin Comentarios

Desde Granada directamente por la A-395 hasta Cenes de la Vega. Hay un nuevo acceso hasta Pradollano de construcción reciente, paralelo a la antigua carretera de Güejar-Sierra.

Yabal Sulayr o Monte del Sol. Así llamaron los árabes del siglo X al macizo montañoso de Sierra Nevada. Los textos que han llegado hasta nuestros días aseguran: «El sol brilla en las perpetuas nieves, cuyas cumbres le alcanzan a ver media hora después de haberse puesto en Granada». Sierra Nevada está envuelta por el encanto y la fantasía. La cordillera montañosa más alta de la Península fue piropeada por árabes y cristianos, pero también por viajeros románticos del siglo XIX que la recorrieron sin prisas, descubriendo en ella un espacio natural de incalculable valor.

En el mes de enero de 1999, Sierra Nevada fue declarada Parque Nacional. Pasó a ser el undécimo espacio natural protegido de estas características en España. Además, Sierra Nevada es Parque Natural y Reserva de la Biosfera. Méritos no le faltan: el macizo granadino atesora en sus límites más de 2.100 especies distintas de plantas, de las cuales ochenta son endemismos propios.

El pico de Mulhacén, con sus 3.482 metros de altura, y el Veleta, con 3.398, constituyen el mayor reclamo para el visitante. Por debajo de estas cumbres (la segunda y tercera más altas de España tras el Teide tinerfeño) bulle una colorista ciudad de invierno, Pradollano, la estación de sol y nieve.

Antes, el viajero ha subido por la GR-420, la carretera más alta de Europa. A sus espaldas ha dejado un paisaje lleno de contrastes. El camino conduce a localidades como Cenes de la Vega o Pinos Genil. A la altura del centro de interpretación de El Dornajo, donde se explica la riqueza botánica y faunística de sierra Nevada, se admira el quieto embalse de Canales o la blanca población de Güéjar-Sierra, al otro lado de las montañas. La carretera continúa su ascenso. De la frondosa vega se pasa al desierto frío sin apenas mediar distancias. Este fuerte contraste se refleja en el urbanismo alpino que se ha levantado en la estación de Pradollano. En los últimos años, el auge turístico ha multiplicado, la infraestructura en esta población de alta montaña. El mundial de Esquí celebrado en 1996 obligó a construir nuevos centros de ocio, hoteles y restaurantes para hacer de Pradollano una de las más modernas estaciones de esquí de Europa.

Las autoridades del parque han cerrado al tráfico rodado la carretera que en épocas de deshielo sube hasta el Veleta. Aquí, desde el monolito geodésico que marca los 3.398 metros de altura, se observan en días claros las costas norteafricanas de Marruecos. Coronar el Veleta o el Mulhacén sólo es recomendable en primavera y verano. Desde estas alturas, el visitante se percata de las Alpujarras con sólo mirar hacia el Sur. Al Norte, el Marquesado del Zenete, y a sus pies, Granada y su ancha vega. Una pista sin asfaltar deja a un lado lagunas de origen glaciar. En el denominado Cerro de los Machos, a medio camino entre ambos picos, se puede observar el paso de la cabra montés en las últimas semanas de primavera. Esta carretera, que conduce a los picos más altos de la cordillera nevadense, termina finalmente en la localidad alpujarreña de capileira. Para recorrerla es necesario contar con un permiso que se solicita en alguna de las oficinas administrativas de este espacio natural protegido. Merece la pena hacerlo: la ruta posee un alto atractivo. Sus vistas panorámicas son indescriptibles, así como la sensación de caminar en pleno verano por lomas cubiertas de nieve perpetua. El deshielo encharca los borreguiles, nombre que aquí reciben las praderas verdes de alta montaña. Otra posibilidad es recorrer en compañía de expertos conocedores del terreno la denominada Integral de los Tres Mil, todo el conjunto de cumbres que en Sierra Nevada supera esta altura. Eso sí: se precisa un estado físico fuera de toda duda.

La leyenda de Muley-Hassem cuenta, que Alí Muley-Hassem, padre de Boabdil, último de los Reyes árabes de Granada, se enamora perdidamente de una de las doncellas de su esposa, la sultana Aixa. La joven era una esclava cristiana de nombre Isabel de Solís, que pasó a llamarse Zoraya. La sultana, llena de rencor y despecho, provocó un enfrentamiento entre los dos linajes nazaristas, los abencerrajes y los partidarios del Rey, los cegríes que acabó en una guerra civil. Muley-Hassem perdió y partió al exilio. En su marcha cayó gravemente enfermo y murió. Fue Zoraya, su fiel amante, quien hizo llevar su cuerpo al pico más alto de la Península Ibérica, tal y como él pidió en vida. Desde entonces, a este pico de 3.482 metros de altura se le conoce como Mulhacén.

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