El Monasterio de Valvanera

28 Ago 2014 Jennifer García Sin Comentarios

Desde Logroño hay que recorrer un breve trecho por la N-232 en dirección a Burgos hasta que, a la altura del cruce que señala Tricio, se sigue por la carretera L-113 en dirección a Anguiano. Quince kilómetros después de pasar por esta última localidad se llega al monasterio.

Valvanera, el valle de las venas, por los incontables arroyos y manantiales que por allí fluyen, se ubica en el corazón de los montes que los romanos llamaban distercios y ahora conocemos como sierra en la Demanda. Tan gratas son sus aguas, que el mismo Felipe II se las hacía traer desde la Fuensanta hasta el monasterio de la Estrella, en San Asensio, donde residía durante su visita a tierras riojanas. Y de ella bebía todo el tiempo y con ella cocinaban las viandas que engullía tan principal personaje. Siete kilómetros de carretera de espectacular belleza paisajística, sombreada de robles y hayas, conducen hasta el monasterio, colgado en la ladera y asentado en ella por sólidos contrafuertes.

Los orígenes del monasterio se desdibujan en la bruma del tiempo. Parece ser que allá por el siglo IX existía en el lugar un cenobio similar a los que proliferaban por La Rioja, ya fuera en San Millán, Albelda o Nájera. Especulaciones aparte, Valvanera entra en la Historia en el 1092, fecha en la que aparece citado en las crónicas, relatando la voluntad de Alfonso VI de Castilla de devolverle el esplendor pasado, entregando el lugar y sus restos a la comunidad benedictina, orden que, con algún paréntesis, ha regido hasta hoy los destinos de la abadía bajo el mando de 130 abades.

Una historia tan larga y azarosa ha dejado su huella en la abadía. Del Monasterio primitivo no queda nada, siendo la iglesia lo más antiguo, construida al gusto gótico del siglo XV. El templo fue levantado sustituyendo a otro anterior, arruinado por un incendio, gracias a los Manrique de Lara. Se accede al templo a través de una bonita portada que se encuadra bajo cinco arquivoltas sobre jambas. El interior es sencillo, de una gran limpieza de líneas, con una sola nave de gran altura y planta de cruz latina. La piedra de roja arenisca proporciona un aire característico a sus muros. El resto del conjunto monástico es de fábrica moderna, restaurado por última vez en 1949 respetando el aspecto gótico original. Además de la abadía y su entorno natural, el lugar guarda algunas pequeñas joyas. Es el caso de la ermita del Cristo, sobre una peña próxima a Valvanera, también reedificada en el SVIII y con un interior lleno de exvotos. Y la Fuensanta, cuya agua emana constante mente desde hace siglos.

La joya de Valvanera, es sin duda, la talla románica de la Virgen de Valvanera, patrona de camareros y de La Rioja. La leyenda dice que la imagen fue encontrada en el interior de un roble por un bandido arrepentido, de nombre Nuño o Muño, quien supo de ella gracias a una revelación durante su retiro eremítico en la cueva de Tómbalos, cerca de Anguiano, junto al clérigo Domingo.

La imagen románica del siglo XII y de gran calidad, una de las de mayor valor artístico en la región, llama la atención por la posición del niño, sentado en las rodillas de su madre, pero completamente girado a la derecha.

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