5 cosas que vas a hacer hoy que son más difíciles que ganar una cámara Lomography
Parece que hay unanimidad: los días laborables dan asquete. Aunque los asociemos más con la rutina y el aburrimiento que con la dificultad, nos solemos olvidar de esos pequeños gestos heroicos que superamos de lunes a viernes. Hoy mismo vas a sortear con éxito tareas que en verdad requieren un esfuerzo titánico. Desde luego, bastante más que ganar la cámara La Sardina & Flash Cubic de Lomography que sorteamos en Clubrural.
Apagar el maldito despertador
Estás en el más dulce de los sueños, saltando entre nubes, cuando de repente entra en escena… ESE SONIDO ATRONADOR E IRRITANTE. Y te caes de la nube y te estampas contra la dura realidad. ¿Cómo se apaga ese artilugio del demonio? ¿Dejé el móvil en la mesilla o debajo de la almohada? ¿Pulsar o deslizar? ¿Por qué se esconde el despertador? Si agito más la mano a lo mejor consigo atizarle. ¿No consideran la Naciones Unidas que esto es tortura?
Abrir el brick de leche y atinar en el café
¿Abrefácil? ¿Abrefácil de qué? Es im-po-si-ble cortar con limpieza el brick de leche, o te queda un agujero por el que sólo cabe un hilo o abres el cráter del Etna. Incluso aunque superes este paso (aplausos para ti) , acertar a verter la leche en la taza es tarea reservada para gente con más puntería que Clint Eastwood. El resto de los mortales terminamos inundando la encimera.
Sobrevivir al transporte público
Estás listo para ir a trabajar, ¡qué ilusión! Oh, vaya, pero ahora te toca coger el bus/metro/tren/tranvía/diligencia. Y ya sabes lo que significa esto: retrasos, aglomeraciones, malas caras, contacto íntimo no deseado, empujones, perfume de ser humano. Da igual lo que digan, llegar sano y salvo al trabajo así tiene más mérito que la vuelta al mundo de Willy Fogg.
Terminar el trabajo atrasado
¿Ves esa montaña de papeles de tu escritorio? Es una pena, pero no son cheques. Ni material para que hagas pajaritas o barquitos. ¿Te acuerdas de ese informe que tenías pendiente? Está ahí, oculto por la mitad del taco. Y date prisa porque tu jefe está a punto de cruzar la puerta para mandarte otro, y lo necesita para ayer. ¿Conoces a alguien que lleve su trabajo al día y salga de la oficina sin nada pendiente? Por favor, deja de inventarte personas.
Escapar de una reunión eterna
“¡Todos a mi despacho!”, las palabras que más teme escuchar un empleado. En el momento que cruzas la puerta empiezas a rezar por que no sea una de esas reuniones buitre en las que todos dais vueltas alrededor del mismo asunto una y otra vez. De esas en las que sabes cuando entras pero nunca cuándo sales. Mientras haces malabarismos con el boli y evitas que se te caigan los párpados empiezas a imaginar maneras de escaquearte. Sólo lo más astutos lo consiguen.
¡Libertad!
Y tras todo esto… ¡llega la hora de irte! Y aquí es donde vuelves a ser tú, despreocupado y espontáneo. Sacas el rural que llevas dentro. ¿Qué es lo que haces? ¿Vas a tomar algo, al parque, a correr, a bailar, a tirarte en el sofá, a comer, a ponerte las botas, a quitarte los pantalones? ¡Compártelo con nosotros!
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