Palacio de la Aljafería

Palacio de la Aljafería

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La época islámica (la Sarakosta o Medina Albaida de los árabes fue capital de la Marca Superior de Al-Andalus y una de las más importantes y belicosas taifas en el momento de la desmembración del califato de Córdoba) tiene en Zaragoza uno de los más hermosos, complejos y únicos exponentes monumentales del momento de constitución de los reinos de taifas: el palacio de la Aljafería, considerado como el más importante de Occidente de su época, el siglo XI.

El nombre del palacio deriva de su constructor, Abu Jafar Ahmed Almoctadir Bilá (de jafar, al-jafaría y, después Aljafería), gobernador de la taifa zaragozana entre 1047 y 1081.
La fábrica primitiva de este palacio o quinta de recreo, construída a extramuros junto a la margen derecha del Ebro, era de planta rectangular, con una sólida muralla exterior con torreones y sufrío distintas modificaciones e irreversibles destrucciones con el paso del tiempo.

Las dos épocas de modificaciones de la fábrica primitiva corresponden a los reinados de Pedro IV y los de los Reyes Católicos, siendo, desde la reconquista de Zaragoza por Alfonso el Batallador en 1118, alcázar de los reyes cristianos.

Fue cárcel de la Inquisición en tiempos de los austrias mientras que los borbones hacían gala de un absoluto desprecio por la obra, especialmente Isabel II, bajo cuyo reinado se praticó la más bárbara destrucción de la obra al destinarse el palacio a cuartel -carácter que mantuvo hasta hace tan sólo algunas decadas.
Actualmente, el palacio ha experimentado una restauración en profundidad con motivo de su destino a sede del parlamento autónomo regional, las Cortes de Aragón.

Al palacio se accede por su ala oriental, a través de una puerta con arco de harradura que da entrada al llamado patio de la iglesia por levantarse allí, a mano derecha, la iglesia de San Martín, obra de estilo mudéjar, del siglo XIV. Desde allí se accede ya a la parte central de la época primitiva del palacio, un patio llamado de Santa Isabel. Es de planta rectangular, con pórticos en los lados más cortos restaurados con copias de la decoración original, que se custodia en el Museo Arqueológico Nacional.

En la parte derecha o norte del recinto se encuentran las dependencias más antiguas y mejor conservadas de la fábrica, sobre todo la pequeña y hermosísima mezquita, que es de planta cuadrada en la base y octogonal en altura, con un esbeltísimo arco de herradura en el hueco del mihrab. Este pequeño oratorio es una auténtica joya en su género y si bien la cúpula no es la primitiva de la obra, los arcos mixtilineos, los bellísimos capiteles de alabastro y la complicada decoración de ataurique dan cuenta de la riquisima cultura y sensibilidad artística de los hispanomusulmanes del Valle del Ebro en el lejano tiempo de la undécima centuria.

Las otras dependencias de obligada visita se hallan en la primera planta del palacio, en su ala oeste. Por una majestuosa escalinata se accede al llamado Palacio de los Reyes Católico, donde existen dos piezas fundamentales: el Salón del Trono y las salas anexas conocidas como de los pasos perdidos. Los vanos de las puertas y ventanas presentan bellísimas yeserías, pero quizá la pieza más majestuosa sean las hermosísimas techumbres mudéjares realizadas en madera dorada y policromada. La obra concluyó en 1492 y es junto, a la Lonja, un magnífico exponente del llamado estilo Reyes Católicos en Aragón.

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