Qué ver en Simancas
A tan solo 11 kilómetros de Valladolid se encuentra el municipio de Simancas situado en un lugar estratégico, es un pueblo construido sobre una pequeña loma tradicionalmente custodio del río Duero, sobre el que se alza un puente de 17 arcos y también es sede episcopal desde el año 927.
A los pies de la ciudad, sobre el ancho cauce del Pisuerga, queda el puente medieval, heredero del que prestó servicio a la calzada romana.
Subsisten algunos restos de las murallas, sobre todo en la parte del repecho que domina el río. El castillo, que fue prisión, es una antigua fortaleza-palacio de estilo austero, aunque el foso y la amurallada almenada conservan un aire de la Edad Media y alberga el Archivo General del Reino, reúne en sus 52 salas más de 30 millones de documentos de la Corona de España, entre los siglos XV a XIX; responde a la reconstrucción emprendida por el Almirante de Castilla.
En 1540 surge la idea de convertirlo en archivo general del reino, Carlos V dispone el traslado de un importante conjunto de documentos al Castillo de Simancas, en Valladolid. Sin embargo, es Felipe II el que organizará el
Archivo con una instrucción en 1588.
A partir de este momento el reciente Archivo de Simancas va recibiendo las periódicas remesas de documentos
provenientes de los órganos centrales de la monarquía hispánica: los Consejos en la época de los Austrias (siglos XVI y XVII) y las Secretarías en la época de los Borbones (siglo XVIII), aunque con algunas excepciones.
En 1785 se traslada a Sevilla el Consejo de Indias, a mediados del siglo siguiente se lleva al Archivo de la Corona de Aragón el Consejo de Aragón y en los primeros años del siglo actual al Archivo Histórico Nacional el Consejo de Inquisición. Por todo ello, el Archivo de Simancas es el depósito imprescindible para la investigación de toda la época moderna y acervo insustituible para el estudio de la historia europea de dicho periodo.
La ciudad cruce de calzadas romanas, guarda recuerdos de la Septimanca romana que fue como el escudo de la villa que tiene representadas siete manos, las de las siete doncellas (Septimancas) que la villa tenía que entregar como parte de las cien. A las de este pueblo las mutilaban para, al parecer, hacerlas menos apetecibles a la lujuria musulmana.
Su población mayoritariamente se dedica a actividades agrícolas, basadas principalmente en cereales, como el trigo y la cebada, y de otros como el girasol, las patatas, etc. En cultivos de regadío destacar la remolacha, las zanahorias y otros productos hortícolas en pequeñas huertas.
Respecto a su patrimonio destacar la iglesia renacentista del Salvador, en cuyo exterior se eleva una torre románica dentro de una edificación de estilo gótico; en el interior es de gran interés el retablo mayor, obra de los maestros Berruguete y Beltrán, y también el retablo de la Piedad de
Francisco de la Maza; está labrada en piedra y tiene tres naves con planta de salón.
El templo se fecha en el primer cuarto del Siglo XVI. En la
capilla de los Gallos de Andrada hay un buen retablo del siglo XVII.
La villa es Conjunto Histórico Artístico, para el viajero será interesante dar un paseo por sus callejuelas con magníficas casas blasonadas; un callejón empedrado tras otro, alojan palacios antiguos con curiosos escudos en la fachada; su Ayuntamiento neoclásico.
La calle del Arrabal conduce a un espléndido mirador, con vistas al nudo fluvial del Duero y por el otro a la Plaza Mayor, podemos detenernos en el mirador sobre el río Pisuerga y contemplar el paisaje de la ribera y campos; también es aconsejable la vista del puente romano, compuesto por diecisiete arcos.
Sin olvidar su gastronomía, el viajero podrá disfrutar en cualquiera de sus mesones o restaurantes buenos embutidos curados o incluso un buen lechazo, todo ello acompañado por el típico pan de Valladolid.
También podemos probar productos de caza menor como perdices, codornices, etc. igualmente tenemos para elegir garbanzos y lentejas castellanas, quesos blandos y de oveja,
etc. y todo ello regado con buenos vinos dada su ubicación como, los claretes de Cigales, los vinos blancos de Rueda: y los tintos de la Ribera del Duero.
