Qué ver en La Granja De San Ildefonso

El Real Sitio de La Granja está situado en la vertiente norte de la sierra del Guadarrama, a unos 90 kilómetros de Madrid. Su nombre proviene de una antigua granja que los monjes jerónimos del monasterio segoviano de El Parral tenían aquí.
Felipe V se retiró a este lugar en 1724 y durante los veinte años siguientes engrandeció los jardines y el palacio, que fue usado como residencia de verano por todos sus sucesores hasta Alfonso XIII. Recientemente, se han acometido trabajos de restauración y de reordenación de las colecciones en los Salones Oficiales que nos permiten volver a la época de Felipe V.

Son de gran interés las bóvedas pintadas al fresco, los cuadros y el mobiliario de los siglos XVIII y XIX.
La existencia de este lugar se debe a dos anécdotas de caza. En el año 1450, Enrique IV de Castilla andaba por estas tierras buscando piezas sabrosas en los bosques de Valsaín. Al llegar a este paraje pensó que debía destinarse a albergar una casa de caza y una capilla. El lugar, denominado hasta entonces Casar del Pollo, vió así la construcción del albergue y de la Capilla de San Ildefonso, en gratitud por la intersección del santo en un comprometido lance ante una fiera ocurrido en estos bosques. Los Reyes Católicos donaron el lugar a los monjes del convento del Parral, de Segovia, quienes establecieron allí una granja y una residencia para reposo de huéspedes. Así surgió el topónimo de La Granja de San Ildefonso. Años más tarde llegó por aquellos bosques Felipe V, también en una correría de caza. El rey quedó entusiasmado del lugar y decidió comprárselo todo a los religiosos. Así luego ordenó construir un palacio que le sirviera como residencia veraniega y de lugar de retiro cuando se jubilase y tomara la decisión de abdicar en su hijo Luis. Para este propósito sólo se añade a la finca campestre, una capilla con cuarto para los capellanes y unas modestas habitaciones en torno a la hospedería monástica y , eso sí, unos jardines magníficos. La súbita muerte de Luis I frustra los propósitos de Felipe e Isabel que, al no renunciar al alejamiento definitivo de La Granja, se ven obligados a convertirlo en un gran palacio que aloje a toda su corte durante largos periodos estivales. En las obras intervienen los mejores artistas del momento y las obras de edificación y embellecimiento se prolongan hasta bien entrado el reinado de Carlos III, siendo poco y sin valor lo agregado con posteriodidad.

Tan espléndido conjunto es adoptado por los Borbones como residencia estival a lo largo de los siglos XVIII y XIX; así el Real Sitio es testigo de escenas decisivas en la historia de España como la abdicación de Felipe V y su retorno al poder a la muerte de su hijo Luis I, los desposorios de Carlos IV, la firma del tratado de San Ildefonso que asocia España con Francia contra Inglatera, la agonía de Fernando VII y también de escenas que ocuparían portada en revistas del corazón como la luna de miel de Alfonso XIII (abuelo del actual rey de España), las embajadas solemnes, los bautizos de infantes...