El pequeño pabellón de caza, casi único, aparece sumergido en el entorno natural como un capricho arquitectónico. Su autor, Juan de Villanueva, hizo de su traza un bonito manifiesto de sus principios. Su decoración es delicadamente compuesta para servir de marco a los conciertos de cámara y a las muy exclusivas reuniones informales de la corte.
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