Qué ver en O Saviñao

Las primeras muestras de ocupación que conocemos son la mámoa de Abuime y los numerosos restos de la cultura castreña que, ponen de manifiesto la humanización temprana de estas tierras del sur de la provincia de Lugo.

Durante la cultura castreña, los habitantes de los castros de Saviñao pertenecieron a la tribu de los Lemavi, citada por Tolomeo, y fueron vecinos de los Seurri, habitantes de los actuales municipios de Sarria-Taboada. Durante esta época O Saviñao registró una importante ocupación del espacio geográfico como lo atestiguan los numerosos castros que hoy en día se pueden observar (27 según catalogación de 1991). Entre el siglo I y el IV de nuestra era se desarrolló el asentamiento y dominio romano sobre el Noroeste lucense, período en el cual podemos datar la construcción de la vía romana que en tierras de O Saviñao concluía en los Codos de Belesar. Se trataba de una vía secundaria dentro del esquema vial romano. Otros restos de la presencia romana provienen de la mano de distintoa hallazgos encontrados en castros romanizados: cerámica hecha con "tierra sigilata", monedas, la pieza pétrea de Abuime o la misma escultura de Mourelos de clara influencia romana aunque de tema castreño, lo cual nos hace pensar que el dominio y cultura romanas tuvieron un fuerte asiento en la parte meridional del municipio. Con el derrumbe del Imperio Romano, a finales del siglo IV, se va a iniciar una nueva etapa que servirá de transición hasta la Edad Media.

De esta etapa apenas quedan una serie de topónimos: Sixiriz, Arxeriz, Meitriz, Alperiz o Reiriz, entre otros. Tras la caída de las estructuras romanas y con el asentamiento de los suevos se entra en una etapa de aislamiento, con economía autárquica en donde quedan interrumpidas las relaciones comerciales, decayendo el uso de las vías y las relaciones con el exterior. En el seno de esta sociedad alto-medieval aparecerá el monacato, como motor impulsor del desarrollo económico-social y espiritual de estas tierras. Será en el siglo VI, al calor de la labor de Martín de Dumio, gran impulsor del monacato, cuando encontremos referencias explícitas sobre la "Rivoira Sacrata". Es un monento de florecimiento de cenobios y eremitorios en las riberas del Sil y del Miño. Durante el siglo VII, Fructuoso de Braga dará un nuevo impulso a la labor monacal, jerarquizando y organizando la vida de estos pequeños centros de oración y recogimiento, al aparecer la figura del Abad. Entre los siglos VI y VIII hay que encuadrar la creación de los primeros cenobios en tierras de O Saviñao, pues aunque no hay una documentación específica, sí existen documentos que hablan de fundaciones y donaciones a partir de mediados del siglo X, lo cual hace suponer que anteriormente existían dichos cenobios, siendo ejemplos de ello Santo Estevo y San Vitorio de Ribas de Miño o Diomondi. De esta etapa medieval también se conservan una serie de sarcófagos (Louredo y San Sadurniño de Piñeiró), restos residuales de lo que fueron las tumbas de personajes importantes en el contexto sociopolítico de O Saviñao.

Entre la etapa final de la Edad Media y el comienzo de la Moderna, encontramos a O Saviñao inmiscuido en los graves conflictos sociales que conmovieron la sociedad gallega: progresivo control económico y social de la nobleza y luchas sociales, entre la propia nobleza y los habitantes de las ciudades, con la participación de campesinos y clero. Durante el siglo XVII se instituyeron la mayoría de los mayorazgos de O Saviñao, período en el cual las distintas casas establecieron y redondearon sus dominios, situación que se mantuvo durante el siglo XVIII, para cambiar drásticamente a partir de la segunda mitad del XIX. Durante esta centuria la población del municipio era muy similar a la de hoy en día si tenemos en cuenta los datos aportados por Pascual Madoz para la primera mitad del XIX. Igualmente se podría decir que la vida de sus pobladores no era muy desahogada: agricultura de autosubsistencia con escasos excedentes, encaminados al pago de los distintos foros; incipiente industria artesanal del lienzo y la estopa; comercio de ámbito local y concentrado en las transacciones de textiles, vino y ganado.