Milmarcos

Qué ver en Milmarcos

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Foto: fotochicho

El origen de Milmarcos es muy antiguo. Estuvo situado en pleno territorio de la Celtiberia, por lo que no sería raro que ya en su actual emplazamiento hubiera habido algún castro o poblado de esta cultura. Su nombre es de ascendencia latina, por lo que parece evidente achacar a romanos su fundación. Tras la reconquista de los valles del Ebro, Jalón y Jiloca, por Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, a comienzos del siglo XII, Milmarcos figura como perteneciente al Común de Villa y Tierra de Calatayud desde el año 1122. Poco después, tras la reconquista de Molina por este mismo rey, en 1129, y su consecutiva entrega a D. Manrique de Lara, cortesano castellano que creó el Señorío y Común de Villa y Tierra de Molina, el lugar de Milmarcos quedó incluido en este territorio, según lo demuestra ya el Fuero molinés promulgado en 1154. Siguió durante los siglos de la Edad Media las comunes vicisitudes históricas del Señorío de Molina, adquiriendo la titulación de Villa ya en tiempos modernos. Siglos después, la villa de Milmarcos quedaría incluida en la efímera provincia de Calatayud (formada en 1821) de la que fue cabeza de partido judicial. Poco después, y tras la disolución de la organización territorial nacida del trienio liberal, pasó nuevamente al territorio histórico molinés, quedando definitivamente en la provincia de Guadalajara desde la reforma de Javier de Burgos en 1833. Después seguiría siendo, como lo fue en siglos anteriores, un centro comercial importante, ruta señalada entre Aragón y Castilla, feria grande de la ganadería serrana. Dos de esas ferias se celebraban al año: una para mayo (fiesta de la Cruz) y otra para noviembre. A comienzos de este siglo, llegaron a reunirse en una de estas celebraciones más de 63.000 cabezas de ganado. También tenía mercado semanal, teatro en los inviernos, cafés modernos... luego vino la emigración dura, y su progresiva disminución poblacional.

En Milmarcos debe el visitante admirar, en su gran plaza mayor, dos magníficos olmos concejiles,--varias veces centenarios, pues se plantaron en 1646-- que con sus ramas cubren casonas, ayuntamiento e iglesia. La iglesia está dedicada a San Juan Bautista, y es obra renacentista, iniciada en el siglo XVI y acabada en 1627. En el exterior aparece una espadaña-torre de horizontal remate, sobre el costado de poniente. La portada principal está orientada al mediodía, se abre a la plaza mayor del pueblo, y se estructura mediante severas y elegantes trazas geométricas renacentistas. El interior es de una sola nave, formada por varios tramos, con pilastras laterales sobre pedestales. Diversas obras de arte se distribuyen por su interior: algunos retablos renacentistas y barrocos, de esculturas y pinturas. La pieza artística más relevante de este templo es su altar mayor, formado por un gran retablo manierista de tallas, realizado entre 1636-1640 por diversos artistas de Calatayud: Juan Arnal, Francisco del Condado y Pedro Virto con Antonio Bastida. Se forma este retablo, que mide 9 metros de alto por 8 de ancho, de tres calles en vertical; un banco, un piso y un ático en horizontal. Es también destacable, como edificio religioso, la ermita de Jesús Nazareno, a un extremo del pueblo, construida en 1747 a instancias de D. Pascual Herreros. Es de planta rectangular, con nave única de varios tramos y portada sencilla orientada a levante. El presbiterio es circular, rematado en una gran bóveda semiesférica cuajada de adornos barrocos, mascarones, pinturas y acaba el exorno de sus muros con diversos altares, todos barrocos, entre los que destaca el central, con figura de Cristo Nazareno. En lo alto del pueblo también se conserva en buenas condiciones la ermita de la Virgen de la Muela, que goza de la tradición local de ser antiquísimo edificio, raíz ancestral del pueblo. Se trata de un edificio del siglo XVII, con puerta principal a poniente, formada de sencillas molduras, y sobre ella una espadaña. En cuanto a edificios civiles, posee Milmarcos una interesante serie: en la misma plaza de la Muela, puede verse el teatro Zorrilla, cuyos muros bajos se forman de sillarejo y la parte alta de tapial. Es de planta rectangular, y en el interior, hoy en mal estado, muestra un patio de butacas, palcos laterales, gran escenario con embocadura cubierta por maderas pintadas y un gran telón con anuncios de los años treinta. Son también muchas e interesantes las casonas de tipo molinés. De entre ellas destacan la casona de los López Montenegro, en un ángulo de la plaza mayor, con gran arco semicircular adovelado, escudo de armas de la familia, rejas extraordinarias de hierro forjado, y un interior en el que destaca el arranque de la escalera. También deben mencionarse la casa de los Angulo, llamada ?posada vieja? con vanos de sillería y escudo; la portada de la casa de los López Olivas; la casa de los López-Celada Badiola en la plaza de la Muela; la casa de la Inquisición, de la que sólo queda la portada de buen sillar tallado, y el escudo del Santo Oficio. Finalmente, destaca entre todas la casa-palacio de los García Herreros, obra magnífica de la arquitectura civil molinesa del siglo XVIII. La fachada es de tres cuerpos, de buen sillar, tallado con gusto y mesura. En la plaza mayor merece contemplarse el Ayuntamiento, que fue erigido en 1679 por orden del rey Carlos II: una gran arquería en la planta baja, y una galería abierta en la alta forman un edificio ?con cornisa?. Delante, la gran frente, de fines del siglo XIX, con gran pilar central rematado en pirámide.

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