Budia

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Foto: el juanan

Budia perteneció, tras la reconquista del territorio a fines del siglo XI, a la Comunidad de Villa y tierra de Atienza, que llegaba en su gran jurisdicción hasta la orilla derecha del Tajo, y aun mas tarde le cruza y sigue extendiéndose, al tener privilegio de los reyes castellanos de ampliar su territorio conforme fuese avanzando hacia el sur la Reconquista. Dos o tres siglos después, quedo incluida dentro de la Tierra o Común de Jadraque, al desgajarse este de la tutela atencina. La tierra de Jadraque quedo dividida en sesmas, y Budia perteneció a la de Durón. En el siglo XV, y por donación hecha por Juan II y su esposa la reina dona María a sus fieles cortesanos Gómez Carrillo y María de Castilla, con ocasión de su boda, paso Budia, como toda la tierra de Jadraque, al señorío de estos magnates. Budia adquirió el titulo de Villa por privilegio real, en 1434, aunque siguió en este señorío. A fines del siglo XV, en 1478, don Alfonso Carrillo de Acuna traspaso Jadraque y sus sesmas al Cardenal Mendoza, y este fundó con ellos el Condado del Cid, con cabeza en Jadraque, en el que se incluía también Budia. Paso a su hijo don Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, marques de Cenete, y una generación después vino a añadirse a los títulos y posesiones del gran duque del Infantado, en cuya casa permaneció hasta la abolición de los señoríos por la Constitución de 1812. La dependencia de sus señores, en siglos mas modernos, era muy suave y relativa. El Concejo decidía en todos sus asuntos propios, respetando la autoridad del Corregidor puesto por los duques en Jadraque, y entregando a estos, en su residencia de Guadalajara o Madrid, una ofrenda de vasallaje por Navidad de cada ano, consistente en siete arrobas y media de miel y 28 capones bien cebados. La vida de esta villa durante la Edad Media, y desde los tiempos de su reconquista y repoblación, fue muy apagada. Tras su entrada en los estados mendocinos, fue adquiriendo vigor, aumentando mucho el numero de sus habitantes a partir del siglo XV, llegando a su máximo apogeo en el siglo XVII y siguiente. Las ocupaciones princi-pales eran las agrícolas, pero las centurias diecisiete y dieciocho tuvo también un gran auge la industria de tenerías y cordobanes, de mucho renombre y demanda.

PATRIMONIO
Forman las calles y plazas del pueblo, en fuertes cuestas situadas, un conjunto de gran belleza e interés. Un buen numero de ejemplares de sus edificios presentan las características constructivas de la comarca alcarreña, con planta baja de sillarejo, y altas a base de entramados de madera, con adobes y enfoscados grisáceos, destacando sus voladizos y tallados aleros, así como algunas galerías abiertas en el ultimo piso. Los nombres de sus calles son también típicos y tradicionales. La Plaza del Ayuntamiento presenta en su costado de levante el bello edificio del Ayuntamiento, con pórtico y galería alta de columnas, con capiteles tallados en piedra de una sencilla traza renacentista. Adosada a sus muros, esta la grande y tradicional fuen-te, obras ambas del siglo XVI. La iglesia parroquial, recientemente restaurada, es un buen edificio del mismo siglo, realizado en sillarejo y sillares en basas y esquinas. Su portada es un extraordinario ejemplo del estilo plateresco en la Alcarria, con ornamentación de grutescos y vegetaciones en magnífica talla, así como medallones, bichas y otros detalles de gran efecto y equilibrio. Su interior es de tres naves, con coro alto a los pies. De su antiguo retablo queda solamente un frontal de altar, en plata repujada, con decoración exuberante, barroca, y en el centro una imagen de Nuestra Señora del Peral de la Dulzura, patrona de Budia. En lo que fue capilla de la Visitación, hoy cabecera de la nave de la Epístola, se encuentran adosadas al muro dos laudas sepulcrales con tallas que representan a sendos personajes yacentes, en ellas enterrados. En la capilla lateral del Evangelio, y cubiertas por vitrinas de cristal, se encuentran dos extraordinarias tallas debidas al cincel y el arte de Pedro de Mena. Se trata de un Ecce-Homo y de una Dolorosa, en tamaño mayor del natural, solamente de cintura arriba, y tratados con el virtuosismo y la maravillosa destreza con que Mena realizo su obra universalmente reconocida. Estas tallas estuvieron siempre en la Ermita del Peral, pero después de 1939 fueron trasladadas a la parroquia. En la sacristía se encuentran otras tallas de menor importancia, y varios cuadros interesantes, procedentes del monasterio franciscano de la Salceda. Uno de ellos, exquisito de técnica y conservación, representa el ?milagro de las rosas? de San Diego de Alcalá. En la puerta del templo se puede admirar una buena guarnición de clavos y herrajes de forja, obra también del siglo XVI. También son de destacar por las calles del pueblo de Budia, algunas casonas nobiliarias, en general obras de los siglos XVII y XVIII. En su calle principal destacan la Casa de los Condes de Romanones, edificio noble con abundancia de ventanas enrejadas y gran portalón de moldurada sillería coronado de escudo nobiliario. Otra es la llamada Casa del Duende, también con escudo de armas. Y otra es la casona de los López Hidalgo, que ha perdido en parte su carácter, pero que muestra el bello blasón tallado de este apellido, procedente del Señorío de Molina. Es de destacar también el Convento de los Carmelitas, hoy ya en ruinas, que se sitúa en las afueras del pueblo. Ofrece la estructura de la iglesia conventual, con su magnífica fachada todavía en pie, aunque con amenazadores signos de ruina. Se trata de un ejemplo muy importante y característico de la arquitectura carmelitana del siglo XVII español, en la línea de las fachadas conventuales de Avila, Madrid y Guadalajara que en esa centuria trazaron y construyeron varios monjes carmelitas. El convento de Budia no se fundó hasta 1732, siendo levantado el conven-to e iglesia inmediatamente después, pero su tradición arquitectónica y artística pertenece en todo a la centuria anterior. El cuerpo central de su fachada presenta tres arcos bajos de acceso, hoy cerrados de una verja. El central se escolta de planas pilastras, y se remata con vacía hornacina. Sobre ella aparece un enorme ventanal escoltado de almohadillado, que tenía por misión dar luz al coro, y sobre ella todavía gran remate triangular con bolones. El templo es de tres naves, con gran cúpula, hoy ya hundida, sobre el crucero. Es verdaderamente lastimoso que una tan ejemplar muestra de la arquitectura hispana de nuestro Siglo de Oro se halle en estas condiciones de abandono. El convento estuvo en funcionamiento desde 1732 hasta 1835, fabricándose en él gran parte del paño necesario para la vestimenta de la Orden de Castilla. La ermita de Nuestra Señora del Peral de la Dulzura, patrona de Budia, se encuentra en lo alto de la villa, en el cruce de las carreteras que a ella llegan desde Pastrana y Brihuega. Su templo es de grandes proporciones, todo el de sillería, con sobrios adornos y molduras en torno a puertas y ventanas. El interior, de una sola nave, se cubre de gran cúpula hemiesférica sobre el crucero. Su fiesta es el 8 de septiembre y andan en romería hasta ella gran cantidad de gentes de la Alcarria toda. En las afueras del pueblo, en el camino que enlazaba Budia con Durón, se conserva la picota o rollo, que posee gradas y fuste circular y esta acanalado en su totalidad. Sobre los collarines que lo rematan aparece una basa cua-drada de la que sobresalen cuatro cabezas de animales, y un bloque cuadrado con remate piramidal culmina el curioso elemento.

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