Catedral
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Iglesia episcopal de Burgos, comenzada en 1222 (cuatro años antes que la de Toledo) y consagrada en 1260. La corta duración de las obras explica la unidad y coherencia de esta espléndida catedral gótica. Se conoce el nombre de uno de los artífices que intervinieron en la edificación del templo: el maestro Enrique, que trabajó en la segunda etapa de las obras, a partir de 1235 o 1240, y a quien puede atribuirse el diseño de las fachadas.
Se trata de un templo de tres naves con seis tramos, un crucero muy prolongado, un presbiterio de tres tramos más y ábside poligonal, y una girola con cinco capillas radiales hexagonales. Las trazas de la planta muestran conexiones con la catedral francesa de Coutances. Por los alzados se relaciona con la de Bourges, así como por la sección del pilar, formado por ocho columnas adosadas a un núcleo circular. Los arbotantes, dobles y con forma de cuarto de círculo, sustentan directamente el muro, sin estribos intermedios. El superior descarga sobre el inferior, y éste sobre el triforio a través de una columnilla. Se trata de la misma solución de las grandes estructuras francesas, como Saint-Denis o Notre Dame. Las cubiertas son de bóveda de crucería. Sus fachadas principal y la del crucero sur, llamada del Sarmental, son excelente muestra del gótico español. En ellas, los elementos arquitectónicos como portadas, rosetones, ventanales y pináculos se equilibran con la estatuaria de jambas, arquivoltas, tímpanos y contrafuertes. Es una catedral con gran profusión ornamental en sus exteriores, pese a haber perdido la imaginería de sus tres portadas en la fachada principal.
Merecen destacarse elementos posteriores que enriquecen notablemente la arquitectura del templo, como el cimborrio plateresco reconstruido entre 1539 y 1567 por Juan de Vallejo, "obra de ángeles, que no de hombres" según decir de Felipe II, con sus huecos isabelinos, pináculos en altura, balaustrada renacentista y columnas estriadas y bajo cuya bóbeda estrellada descansan los restos del Cid y de su esposa, depositados aquí en 1921; la capilla del Condestable, en la que interviene Simón de Colonia; y la puerta de la Pellejería, de estilo plateresco, construida en el s. XVI por Francisco de Colonia, en el lado opuesto del crucero a la del Sarmental, espléndida muestra del más genuino gótico francés del siglo XIII. A esta portada desemboca desde el interior la escalera Dorada de Diego de Siloé (siglo XVI), con un solo tiro de arranque que se dobla en dos tramos que discurren paralelos al muro y acceden finalmente a la gran portada, tras revolverse sobre sí mismos. Son interesantes sus primeros peldaños semicirculares (referencia a la escalera de la Biblioteca Laurenciana de Miguel Ángel), y sus variados motivos escultóricos.
La sillería del coro con el que en el siglo XVI se cerró la nave central, fue tallada en su mayor parte por el borgoñón Felipe de Vigarny, otro de los artistas a los que más debe la catedral. Anteriormente había esculpido los relieves del trasaltar y posteriormente trabajó en el altar de la capilla de los Condestables, ésta última el mejor ejemplo del gótico flamígero, en definitiva evolución hacia el renacimiento.
La Catedral contaba con unas puertas originales que no son las que observamos hoy en día, ya que el desmoronamiento de la piedra obligó a su total sustitución a finales del siglo XVIII optándose por la simplicidad neoclásica que ahora contemplamos en el cuerpo inferior.
Coronan el edificio dos hermosísimas agujas de pura filigrana del mejor de los góticos, de alturas de 84 metors y que fueron construidas entre 1442 y 1458 por el arquitecto alemán Juan de Colonia.

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