Monasterio de San Juan de Corias

Monasterio de San Juan de Corias

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El monasterio de San Juan de Corias está situado a tres kilómetros de Cangas y ubicado a orillas del Narcea, en su margen derecha, constituyendo sin lugar a dudas el más importante de la región asturiana. Aunque ahora nos ofrezca una fábrica de los siglos XVII y XVIII, fue la primera importante fundación de la zona, hecha en 1013 la iglesia, y pocos años después el monasterio. Era pues, la entrada del románico en la zona, y de él dependieron otros importantes cenobios como el de Bárcena, Obona, Hermo, ... etc.
Una leyenda rodea el hecho de su construcción. Los poderosos condes Piniolo y Aldonza, poseedores de una inmensa riqueza y extensos territorios, y hallándose sin descendencia a quien legarlos, concibieron la idea de construir un monasterio donde se recogerían para terminar apaciblemente sus días. Pero esta idea que guardaban en el mayor de los secretos fue demorándose. Un criado de los Condes, llamado Suero, tuvo en una ocasión un sueño en el cual un ángel le ordenaba decir a sus amos que construyesen su proyectado monasterio en aquellos lugares, aunque el criado no se atrevió a comunicar a sus amos dicho sueño. En otro sueño, Suero vio como una pequeña iglesia bajaba del cielo sujeta por fuertes cadenas y quedaba instalada en el lugar donde el ángel pretendía que se construyese el monasterio. En la tercera aparición, el ángel le dio una bofetada, a consecuencia de la cual le quedaron para siempre los dedos marcados en el rostro. El criado entonces informó a los condes, y éstos le creyeron. Y así fue como levantaron la iglesia y el convento con sus riquezas.
En un principio se levantó una pequeña iglesia, en el año 1013 (como ya comentamos antes), la de Nuestra Señora de Regla, con habitaciones para clérigos. Esta se edificó sobre otra más antigua que ya había allí, la ermita de San Adrián. Este lugar de Regla lo habían conseguido del conde Rodrigo de Cangas, hermano de Aldonza, a cambio de otra hacienda más un sabueso y un halcón. Más tarde, Piniolo hizo permuta con el Rey Bermudo III, consiguiendo el llamado “Valle de Perpera” –después llamado Soto de Corias (o Caurias)- por otra hacienda en Ribadesella. Y allí fue donde se construyó el primer monasterio, que en un principio se dedicó su iglesia a Santa María de Vega, edificándose otra a los pocos años consagrada a San Juan Bautista.
La construcción del monasterio antiguo comenzó en el año 1022 y se prolongó hasta el 1044. Al año siguiente se estableció allí la comunidad de benedictinos y se hicieron las escrituras. El dominio coriense llegó a tener bajo su potestad hasta 25 monasterios. Su influencia y poder fueron aumentando paulatinamente hasta 1481, en que llegan los abades comendatarios. Más tarde, en 1535, pasa a anexionarse con San Benito de Valladolid por prescripción papal. Durante el período de las abadías comendatarias se registra una cierta recesión de las riquezas monacales. En 1835, cuando la desamortización de Mendizábal, son exclaustrados los benedictinos, y en 1860 llegan a Corias los dominicos, siendo su primer abad José María Larroca, que posteriormente sería General de la Orden.
A finales del siglo XVIII un devastador incendio destruyó todas las dependencias monacales (sólo se salvó la iglesia) y fue construido de nuevo por el arquitecto gallego Miguel Ferro Cabeiro, ya de tendencia neoclásica, en aquellos momentos maestro mayor de la catedral de Santiago de Compostela. La reconstrucción se hizo en torno a un gran patio que en uno de sus crujías engloba la iglesia. Hacia el exterior, también queda oculta la primitiva fachada del templo y todo se desarrolla como un apaisado telón de amplios vanos, sólo diferenciado en los dos extremos por sendos núcleos formados por tres calles de pilastras poco salientes, con hornacina y un santo, uno ante la puerta de acceso al monasterio y el otro ante la iglesia.
Existe una amplia sacristía rectangular que recuerda en cierto modo a la de El Escorial. En la sacristía se conserva otro retablo de construcción posterior (s. XVIII). También guarda la sacristía unos bajorrelieves tallados en madera y bellamente policromados. Es destacable, al propio tiempo, el gran conjunto de cajonería de nogal. Se conserva también una tabla con una cabeza de Cristo atribuida a Leonardo da Vinci; o cuanto menos procedente de su taller.
En una de las capillas laterales se guarda el famoso Cristo, considerado como la más valiosa joya del monasterio. Se trata de una talla románico-bizantina, del siglo XII, que ya perteneció al antiguo cenobio. A sus pies hay tallada una calavera, en tosco estilo sobre madera, a la cual se le atribuye la curación del “mal genio”, según la superstición popular. Desde muy antiguo, las gentes de la comarca bajaban a este lugar a sus hijos para que diesen la “cantada”, es decir, golpeasen con la cabeza contra esta calavera; cuanto más fuerte se diera, tanto mejor.
La tribuna del coro se construyó cuando la reforma del s. XVIII, y la gran linterna que corona la cúpula se hizo en 1960. La anterior era de madera.
Carece esta iglesia de fachada exterior, por encontrarse incrustada entre los muros que rodean todo el conjunto del monasterio. Tiene dos accesos, uno a través del pórtico derecho de la fachada principal, y otro por el claustro, en una entrada lateral que da al crucero.

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