Illana

Qué ver en Illana

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Foto: fotochicho

En la vaguada de un seco arroyo que baja hacia el Tajo desde la Sierra de Altomira, en un paisaje de sequedades y rubicundeces, asienta este viejo pueblo de orígenes romanos y vivencias medievales. Hoy tiene una alegría en sus calles, floreadas y cuidadas, que ya quisieran para sí muchos otros de la Alcarria.

Su origen es antiquísimo. Por aquí pasaba la vía romana y luego camino real, de Cuenca a Huete y a Madrid. El nombre del pueblo ya prueba su probable ascendiente romano (Illana = Juliana). Desde el siglo XII en que esta zona fué conquistada a los árabes, largos años habitantes de estas sierras de Altomira y márgenes del Tajo (y con seguridad habitantes también de Illana), perteneció este pueblo al alfoz o Común de Zorita, y como ella perteneció a la Orden de Calatrava. Se la tenía por la Villa más antigua del Común de Zorita, pues en él tenía la prerrogativa de hablar primero que los demás pueblos. Al ser enajenados de las órdenes militares todos sus pueblos y pertenencias, Illana pasó a ser de señorío real, aunque continuó en tierra de Zorita, reconociendo la inmediata autoridad de sus comendadores. En 1605, Felipe III vendió la villa al marqués de Almonacid, y en el siglo XVIII fué comprada por don Juan de Goyeneche, marqués de Belzunce, quien en la meseta alcarreña fundó un pueblo, el Nuevo Baztán, donde construyó palacio, iglesia y colonia en torno a una floreciente industria de vidrio. Durante el señorío de Goyeneche, Illana conoció su máximo crecimiento, instalándose en ella industrias de tejidos y cordobanes; de curtidos y cordelería; explotándose los famosos vinos, que ya desde tiempos más antiguos, siglos XVI y anteriores, gozaban de excelente fama en la Corte

Illana está situada sobre una leve eminencia de terreno, circuida de dos barrancos muy poco pronunciados. En el centro se encuentra lo que se llama la Villa propiamente dicha, mientras que por el norte y sur le circuyen los llamados barrios de la Solana y Umbría. Por sus calles se va encontrando el viajero magnífcos ejemplares de palacios, del siglo XVIII, con grandes y bien trabajadas puertas barrocas, numerosos balcones y ventanas, tallados en piedra, etcétera. Es especialmente interesante el palacio barroco de Goyeneche, con portada de complicadas molduras y escudo de armas, así como la casona de los Lopez Coronado, buena pieza de arquitectura popular barroca. También hay muchos ejemplos de casas populares, ya de construcción manchega con revocos blancos, grandes corrales, pero aún con los detalles alcarreños de enormes aleros tallados, calles estrechas, etc. La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción es un magnífico ejemplar del siglo XVI, aunque su exterior, de sillar y sillarejo, no ofrece apenas detalles de interés; el interior, de una sola nave, es grandioso y bello: se cubre de bóveda nervada, con crucería de complicada traza especialmente sobre el poco marcado crucero. Remata el presbiterio con un retablo mayor, de estilo barroco, churrigueresco, sin dorar, pero de una elegancia suprema. En su centro destaca una imagen de la Inmaculada. En la nave, sobre los muros laterales, destacan algunos otros retablos también barrocos.

En la sacristía pueden contemplarse un par de curiosos lienzos, magníficos, uno de ellos representando las Almas del Purgatorio.

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