Esta casa es una maravilla. Es grande y cómoda. Tiene un montón de rincones, así que cada uno de nosotros ha encontrado el suyo: el mirador del primer piso para ver como los niños jugaban en el jardín trasero, la partida de cartas en el porche de la entrada (con mantita, eso sí), las tertulias en los sofás de planta baja, un chocolate en la cocina o un café junto a la estufa... Lo hemos pasado divinamente. Tanto que casi nos daba pereza dejar la casa para hacer excursiones por los pinares de los alrededores. Si no hubiese sido invierno nos habríamos bañado en el río, seguro. ¡Está ahí al lado!