Formentera

28 Abr 2014 Jennifer García Sin Comentarios

La única forma de llegar a Formentera es por vía marítima. Las embarcaciones salen del puerto de Ibiza, y en temporada alta la frecuencia es muy elevada. Puede escogerse entre los «ferrys», que tardan alrededor de una hora y transportan coches, o los catamaranes rápidos, que hacen el trayecto en unos cuarenta minutos.

Fuente: Sonja Pieper

Fuente: Sonja Pieper

Formentera es sinónimo de paraíso encontrado. Una isla plácida, de paisajes deslumbrantes, donde los colores del mar, la arena y el cielo parecen estimular la vida interior. El hecho de tener que llegar en barca supone también una especie de viaje iniciático, y aumenta la sensación de aislamiento, de llegar a un lugar apartado y único. Hoy Formentera ha dejado de ser un lugar remoto, pero el turismo no ha dañado su riqueza natural. La isla ha conseguido un difícil equilibrio entre la modernidad y ese valor intemporal de otras épocas y, aunque no quedan los «hippies» que la popularizaron en otra época, los paisajes siguen siendo los mismos. Durante el trayecto desde Ibiza, el visitante se acerca al islote de S´Espalmador, mientras al fondo aparece el pequeño puerto de la Savina, que con escasas construcciones, bares y restaurantes, constituye el lugar más transitado de Formentera.

Sant Francesc Xavier es el único municipio de la isla. Su iglesia fortificada del siglo XVIII recuerda las dificultades que tuvieron los formenterenses en su lucha contra los piratas. Durante los siglos XVI y XVII Formentera quedó deshabitada debido a la constante presión de turcos y berberiscos. Sant Francesc es un lugar muy agradable, donde uno de los trayectos mas recomendables consiste en rodear el Estany Pudent, junto a las salinas, pues se le aparece al viajero cual largo interior donde se reflejan todas las luces del cielo. En sus inmediaciones se encuentra el Estany des Peix, otra zona húmeda que en la antigüedad fue utilizada como puerto.

En cuanto al patrimonio monumental, Formentera cuenta con una singularidad frente a la cercana Ibiza: su abundancia de monumentos prehistóricos. Junto al Estany Pudent se levanta un espectacular sepulcro megalítico, conocido como Ca Na Costa. Las losas del dolmen etán dispuestas de forma radial, de modo que recuerdan las agujas de un reloj. Se trata de un panteón colectivo que se utilizó hace aproximadamente cuatro mil años. En su interior aparecieron algunos objetos, como un fragmento de sílex, que demuestra la existencia de un comercio exterior, ya que ete mineral no se encuentra en la isla.

En el Cap de Barbaria, desnudo y solitario, pueden contemplarse también los restos de las construcciones prehistóricas que ocupaban toda esta zona. Se trata de edificaciones en forma circular, donde vivía una colectividad ganadera con sus rebaños. Los restos están muy dañados, pero siguen ofreciendo la imagen de unos pequeños poblados. Desde el faro se contempla la inmensidad del mar que se extiende hasta África.

Pujols es el núcleo más turístico de Formentera, cerca del pueblecito de Sant Ferrán. Junto a él, la carretera atraviesa la lengua de tierra que uno los macizos de Barbaria y La Mola. Hacia el Sur, las playas son de una arena blanca y rosada, mientras que la costa Norte está recortada por rocas y pequeñas calas como Es Caló de Sant Agustí, donde el agua adquiere unos tonos verde topacio que recuerdan el Caribe.

La Mola aparece como una meseta rodeada de acantilados. Es la parte más oriental de la isla y durante siglos constituyó un mundo cerrado. Una pequeña Formentera dentro de Formentera. Al borde de la carretera, el lugar conocido como Es Mirador nos ofrece una oportunidad única: contemplar toda la isla como si la mirásemos en un mapa.

Ya en lo alto de La Mola, la visión se extiende por un altiplano lleno de paredes de piedra, higueras sostenidas por puntales, casas que se pierden en el paisaje, cabras solitarias, flores, un molino y, al fondo, el faro de La Mola, que por la noche esparce sus luces por todo el lugar. Aquí puede visitarse el monolito de Julio Verne y, asomándose a los acantilados, el visitante contemplará una visión de vértigo: olas rompiendo entre las rocas, el aleteo de las gaviotas y el sonido del viento. El mismo paisaje de hace siglos. Símbolo de ese paraíso encontrado que sigue siendo Formentera.

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